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Islas Maldivas busca tierra de acogida
Desde el cielo, Malé, capital de
Maldivas, recuerda a El Álamo, una estación término amenazada por la
inmensidad del océano.
Ahí abajo viven unas
105.000 personas —casi un tercio de la población del país—, de momento a
salvo, al abrigo de un muro de hormigón de tres metros de altura.

Pero Malé es la única de las 1.200 islas de Maldivas
(más de doscientas de ellas habitadas) que dispone de una red de
seguridad para los malos tiempos que los analistas del clima les
auguran.
El 80 por ciento de esas islas sólo sobresale un metro
sobre el nivel del mar. Poco margen para la enorme amenaza del cambio
climático y la subida del nivel del agua. Miren otra vez esta foto, pero
con los ojos de la imaginación.

Para cientos de miles de turistas cada año, no es El
Álamo, sino Eldorado, un paraíso del que cuesta un potosí salir cuando
termina esa semana de belleza y paz en una isla que es un hotel que es
una playa, rodeados de aguas trasparentes para bucear y paisajes limpios
para olvidar el mundo.

El aeropuerto está en una pequeña isla a tiro de
piedra de Malé, y desde ahí los viajeros, preferiblemente en pareja y
sin ordenador, con no demasiada ropa, se dirigen al sitio de su
recreo.
En un futuro más o menos próximo, dicen que a lo largo de este
siglo, todo eso estará en peligro.

De hecho, el presidente Mohamed Nasheed anunció tras
ser elegido, a final del año pasado, que dedicaría parte del dinero del
turismo (más del 20 por ciento del PIB) a un fondo destinado a comprar
una tierra de acogida en Sri Lanka, India o Australia.
En el peor escenario, los refugiados del clima
tendrían que encontrar otra tierra prometida.


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